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Estrés

El mundo animal está lleno de sabiduría; la evolución y su eterna compañera: la adaptación, han dado como resultado distintas respuestas de supervivencia. Una de estas respuestas es el estrés.

Podríamos pensar que el estrés es un fenómeno negativo porque cotidianamente lo relacionamos con eventos de esta naturaleza, pero pensemos en un venado que, tomando agua, está atento a cualquier movimiento. Nuestro protagonista toma en cuenta hasta el más pequeño detalle; cuando un depredador se acerca tiene que hacerlo contra el viento y de forma muy sigilosa, porque cualquier error hará correr al venado; esta respuesta casi inmediata se debe al estrés.

Alberto Orlandini (1996) define al estrés como la respuesta psíquica que se manifiesta por pensamientos, emociones y acciones ante la situación de amenaza, y que se expresa a través de comportamientos como estados de perplejidad, de ansiedad, de humor o de agresión.

Así pues, podemos hablar de dos tipos de estrés: uno bueno y uno malo.

La mejor forma de entender estos dos tiene que ver con el deseo que tenemos cotidianamente de los objetos; por ejemplo, el tener éxito en el trabajo. Si este objeto que es el éxito lo percibimos como algo que se puede acceder, entonces nos generará estrés, pero del bueno, porque sabemos que haciendo un esfuerzo podremos alcanzarlo. Vemos al objeto como algo bueno, como algo deseable porque es algo que puedo obtener. Por otro lado, si un objeto se percibe como inalcanzable, esto nos generará angustia precisamente por este hecho, de ahí el estrés malo, el que define Orlandini.

Cuando trasladarnos a la escuela o al trabajo implica mucho tráfico, seguramente habrá en nosotros un deseo de no encontrar este problema en nuestro trayecto, pero siendo realistas, lo más seguro es que lo vayamos a encontrar. Este deseo de que no exista este problema se torna inalcanzable y por tanto aparece el estrés malo. Es este último el que queremos evitar.

Hoy día sabemos que el estrés puede producir enfermedades psicosomáticas que se pueden traducir en problemas estomacales, cardiacos y hasta mentales. Cuando el estrés nos rebasa y nos paraliza al grado de decidir dejar de llevar a cabo nuestra rutina, entonces es cuando necesitamos ayuda, es cuando el estrés malo nos ha ganado y nos impide seguir con nuestra vida diaria.

Desgraciadamente, en nuestra realidad tenemos problemas cotidianos como el ya mencionado tráfico o la inseguridad, cuestiones económicas, circunstancias familiares o laborales en donde la respuesta natural se ve rebasada por cuestiones sociales y/o personales impuestas que nos obligan a buscar a veces aquello que es inalcanzable o que se percibe como tal. Ante esta realidad queda la posibilidad de buscar escapes y espacios que nos permitan contribuir y sobrellevar el estrés de manera positiva y valiente.

Por Rodolfo Dragoné

Referencias:

Alberto Orlandini. (1996). El estrés, qué es y cómo evitarlo. Argentina: Fondo de Cultura Económica.